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PARIS PERIFERIA

PARIS PERIFERIA PARÍS PERIFERIA por Andeka Larrea

La reciente explosión del descontento que algunos sectores de la población suburbana de París sienten como definitorio de su desesperada y miserable condición ciudadana ha sido el desencadenante de una violencia que es muestra de las tensiones, desigualdades e injusticias que se producen desde hace décadas en el espacio urbano contemporáneo, especialmente en las grandes aglomeraciones urbanas. La reacción de los poderes políticos y de sus voceros mediáticos ha sido adoptar, de entrada, la más simple de las soluciones: Por un lado, represión policial y aplicación de medidas de excepción y, por otro, descalificación e insultos hacia las minorías marginales que parece que están protagonizando la revuelta. Por supuesto, la generalización, la falta de rigor informativo y el desinterés por la diferencia campan a sus anchas en el discurso estandar y superficial del globalismo multimediático que iguala todas las violencias al mismo tiempo que se desentiende de explicarlas. La masiva presencia de este discurso en nuestros medios de comunicación resulta de la incapacidad de análisis y de juicio de una cohorte de opinadores cuya mediocridad intelectual es tan evidente como la desfachatez que resulta de vestir la ignorancia con palabras grandilocuentes y afectadas.
Pues bien, si de lo que se trata es de aplicar nuestro conocimiento y compartir reflexiones fundadas en análisis históricos e, incluso, fenomenológicos, bueno será ir de la mano del interés que la filosofía ha mostrado por la cuestión urbana, de manera que sea posible arrojar un poco de luz en el panorama apocalíptico que el ya desencantado siglo XXI parece resignado a ofrecer día tras día. Los acontecimientos que se están produciendo en la periferia urbana de París y de otras ciudades francesas (y que, probablemente, se repetirán en el futuro en otras ciudades) tienen, por supuesto, causas sociales, económicas y culturales que hablan de desigualdad, falta de expectativas, desencanto, precarización del trabajo, racismo, las cuales también son consecuencia del nacimiento y de la evolución de las grandes aglomeraciones urbanas. Precisamente, el hecho de que nos encontremos ante un fenómeno puramente urbano debería ser una razón para acercarnos a la historia de la construcción del espacio urbano contemporáneo, producto de las políticas urbanísticas y de la evolución del sistema económico capitalista global en las últimas décadas. El surgimiento de un nuevo espacio urbano es la consecuencia de la desaparición del espacio que inauguró la ciudad industrial moderna y de la aparición de un nuevo modo de habitar la ciudad como consecuencia de los cambios estructurales que se han producido en la segunda mitad del siglo veinte, entre los cuales cabe destacar la terciarización de la economía, la informatización de la sociedad y el desmantelamiento industrial. El correlato espacial de estas profundas transformaciones, junto con la mercantilización extrema de la ciudad como objeto de consumo, trae como consecuencia más inmediata el surgimiento de un espacio dual: El espacio-centro, donde se concentran las instituciones del poder político y económico, así como toda la panoplia de objetos de consumo, es decir, la apoteosis de la mercancía y el espectáculo urbano para turistas y ciudadanos ávidos de novedades. Este es el espacio residencial de las clases dirigentes y de los afortunados emprendedores que han convertido el centro de las ciudades contemporáneas en reductos de bienestar, seguridad, belleza y armonía: La ciudad del placer y del deseo donde los arquitectos superstar construyen sus totémicos homenajes a un modo de vida brillante y seductor que todos aspiran alcanzar. Pero, por desgracia, el espacio-periferia, la condición de posibilidad del espacio-centro, constituye el reverso de este universo urbano profundamente contradictorio: Urbanización insuficiente, carencia de servicios, inseguridad, fealdad urbana, masificación y pobreza se unen en estas periferias en las que residen en la actualidad parados, inmigrantes y trabajadores precarios junto con los excluidos del sueño urbano. Si bien es cierto que no todas las periferias son iguales, lo que sí resulta indudable es que el desencanto y la rabia que generan son el producto de un espacio urbano profundamente injusto y desigual en el que es posible ver cómo se ha ido constituyendo una clase de ciudadanos de segunda que ha encontrado, ahora, un modo de expresión de su rabia contenida que debería servir como altavoz de sus silenciadas y olvidadas reivindicaciones. Con las cuales, por otra parte, todos deberíamos sentirnos solidarios y vinculados puesto que son, en definitiva, reivindicaciones a favor del ejercicio de los derechos de ciudadanía en el espacio público urbano.
El espacio público contemporáneo también sufre un proceso de esclerotización y de atrofia, tanto en los suburbios como en los centros mismos de las metrópolis, consecuencia de las estrategias de mercantilización del mismo por parte de gestores públicos y de sus aliados capitalistas. Este proceso de estetización extrema del objeto ciudad es el correlato de un proyecto de control social que busca liberar a la ciudad de sus tradicionales zonas conflictivas y poblaciones marginales, desmovilizar políticamente a las masas ciudadanas con el declarado fin de consolidar un espacio-centro absolutamente seguro, higiénico y neutral donde el imperio de la mercancía y la utopía de la movilidad ejercen el poder hipnótico de hacer olvidar las penas propias y ajenas. Las consecuencias que en el sentimiento vital de muchas personas están ejerciendo estos bruscos e impuestos cambios en el espacio convivencial empiezan a dejar de ser sólo producto de la reflexión teórica para convertirse en violentas explosiones de una frustración acumulada y silenciada por unos medios de comunicación y una clase política absolutamente desentendidos de la realidad.

Andeka Larrea Larrondo, filósofo.

3 comentarios

Andeka Larrea -

Estimado Gaspar: Observo con pena que te has tragado sin reflexionar el discurso neocon que simplifica el complejo problema de la inmigración, entre otros, reduciéndolo a una dialéctica teológica de la lucha del bien y del mal, o de los buenos y los malos que, para el caso, es lo mismo. Desde luego, que digas que en 100 años no ha habido en USA explosiones de descontento social destaca lo poco que sabes de historia de ese país, nacido a partir del exterminio de los pueblos indígenas y de la violencia ejercida contra la población negra. Creo recordar, años 80, asesinato de R. King y unos graves disturbios en Los ängeles realmente devastadores, al lado de los cuales lo de los chaveles de París es una nimiedad. En fin, que los discursos demagógicos en torno a la identidad nacional que se ve atacada por el mal inmigrante y la obligación de agachar la cerviz para ser considerado de los buenos y sumisos, me repugna bastante y esconde un proyecto ideológico de control social de la diferencia que tiene repercusiones sociales y espaciales, de las que yo me ocupo como filósofo.

Gaspar Paya -

Completamente en contra, creo que te equivocas en mucho... de cuantas bibliotecas, escuelas, hospitales, trabajos, universidades, medios de transporte publicos, cines, bares, etc fueron expulsados por su condicion de inmigrantes y pobres???

Llevo viviendo en USA dos anyos y medio ya, hay muchas zonas marginales en torno a la ciudad de New York en la que vivo, y son muchos los inmigrantes que como yo llegamos aqui luchando para abrirnos camino, y NUNCA ha pasado aqui nada parecido en 100 anyos.

Lo que comentas es mas propio del odio, celos y racismo que encierran dentro de si muchas de las personas que estan emigrando a Europa provenientes del Norte de Africa y Medio Oriente, que otra cosa. Francia racista??? si, claro que hay racismo, pero cuanto tienen en Africa o en el mundo Islamico??? Piensa sobre eso.

La candida y languida Europa se enfrenta a un buen problema interno entre otras cosas con el mundo Islamico que le entra a borbotones, sin querer ni saber controlarlo. En Europa solo hay una forma de vivir y es a la Europea, respetando los valores democraticos y de igualdad que tanta sangre costor conseguir, todo lo demas es demagogia, y esa gente, muchos de esos inmigrantes lo que mas odian es nuestra libertad.

La gente que ha ocasionado esos disturbios no tienen ningun amor por Francia ni por los franceses, y esa es una muy mala manera de emigrar, y de ser inmigrante.

Un inmigrante espanyol (pobre) en New York.

Ina MunLet -

Estupendo comentario!
Felicidades por el blog!